¿INVERTIR EN MORAL O EN CORAZONES?

Al comienzo de los Hechos cuando Jesús resucitó y encontró a los discípulos, ¿recuerdas lo que le preguntaron cuando lo vieron? “Así que cuando se habían reunido, le preguntaron: ‘Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?’ Él les dijo: ‘No os toca a vosotros saber los tiempos ni las sazones que el Padre ha fijado con su propia autoridad’” (Hechos 1:6-7, NVI). Querían una especie de nacionalismo cristiano para Israel.

Tenemos que tener cuidado cuando comenzamos a hacerle preguntas a Dios como “¿Cuándo sanarás a los enfermos? ¿Cuándo tomarás a mis hijos pródigos y los traerás de vuelta a la cruz? ¿Cuándo harás que las iglesias sean santas y justas?”

Cuando hacemos estas preguntas, estamos preguntando en el fondo: “¿Cuándo vendrás y será conocida la gloria de tu nombre?” ¿O estamos preguntando: “¿Restaurarás en este momento a la nación de América a su antigua gloria?”

Si estamos más comprometidos en cambiar la moral de nuestra nación que en que los corazones de las personas se vuelvan a Dios, estamos viviendo bajo una teología de la gloria del hombre en lugar de una teología de la cruz. Solíamos ser ‘morales’ en Estados Unidos. En la década de 1950, nuestra cultura era muy ‘moral’, pero todavía mucha gente estaba perdida. Casi toda la gente del sur iba a la iglesia. Si era agente de bienes raíces o vendedor de algún tipo, el mejor lugar para hacer contactos y construir un mejor negocio era la iglesia. Tantas personas en ese entonces no eran más cristianas de lo que son, o no lo son, hoy. Por eso mi padre tuvo el ministerio que tuvo; la gente necesitaba desesperadamente una teología de la cruz que no dependiera de su arduo trabajo para perfeccionarse o ganarse la bendición de Dios.

Es por eso que Pablo escribió: “Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, tropezadero para los judíos y locura para los gentiles” (1 Corintios 1:23). Deberíamos ser como él y decir: “No predico la gloria personal que viene a través de la prosperidad y el materialismo y Dios haciendo lo que quiero para mi vida. Tampoco predico la gloria nacional que dice que mi nación es mejor que la de ustedes. Yo no predico nada más que la cruz de Jesucristo. ¡Por medio de él y solo de él se salvarán las personas y se transformarán las vidas!”.

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